El universo alberga secretos inexplorados, y puede que unos de los más elusivos finalmente estén a nuestro alcance. Nuevos estudios sugieren que los agujeros negros del tamaño de un átomo podrían ser el enigma detrás de la materia oscura que constituye la mayor parte del universo.
Formación en el Big Bang: Poco después del Big Bang, la rápida expansión del cosmos pudo haber propiciado la formación de micro agujeros negros. Se teoriza que estas singularidades primordiales podrían haberse manifestado debido a fluctuaciones cuánticas que densificaron ciertos sectores del espacio, resultando en la creación de minúsculos agujeros negros dispersos por todo el cosmos.
Masa de asteroide: Si los agujeros negros explican por completo la materia oscura, su masa variaría entre 10^17 y 10^23 gramos, asemejándose a la de un gran asteroide. Estas concentraciones de materia podrían atravesar periódicamente el sistema solar sin ser vistas, una vez cada década, recalculan los investigadores.
Detección posible: Si uno de estos agujeros negros pasa cerca de la Luna o Marte, empujaría a estos cuerpos celestres de su trayectoria tradicional, siendo una alteración detectable por los sofisticados instrumentos actuales. “El planeta empieza a tambalearse”, explica Sarah R. Geller de la Universidad de California, Santa Cruz.
Evidencia en Marte: Tung X. Tran, durante su época de estudiante en el MIT, simuló cambios potenciales en la distancia entre Marte y la Tierra tras el paso de un agujero negro. Según su modelo, podría medirse un desvío de hasta tres metros tras tres años de seguimiento, cifra alcanzable con la tecnología actual.
Diferencias con asteroides: Para distinguir un agujero negro de un asteroide sería vital el análisis del patrón de perturbaciones. Un asteroide, originado en el sistema solar, seguiría un plano orbital convencional. En cambio, un agujero negro primordial vendría de más allá, trazando rutas inusuales.
OSIRIS-REx y otras misiones: Además, científicos como Yu-Dai Tsai del Laboratorio Nacional de Los Álamos sugieren usar datos de misiones espaciales, como OSIRIS-REx, para hallar indicios de estos mimetizados cuerpos cósmicos.
Un cambio de paradigma: Con WIMPs (partículas masivas de interacción débil) arrinconados por experimentos fallidos, los físicos estudian otras alternativas. Primordial black holes (P BHs) se perfilan como candidatos predominantes, explica Tim M.P. Tait de la Universidad de California.
Complementariedad de estudios: Simultáneamente, otra investigación publicada en Physical Review D aborda la potencial señal de agujeros negros detectables mediante datos relevantes de los sistemas de navegación satelital a nivel global.
En conclusión, la carrera por desvelar los secretos de la materia oscura sigue viva. Los agujeros negros primordiales, aunque invisibles por naturaleza, podrían revelar sus maniobras a través de perturbaciones gravitacionales mensurables. La resonancia de sus efectos hace eco en un cosmos que, poco a poco, va exponiendo sus bien guardados misterios.