Los investigadores han observado una singular coreografía en los brazos de los sepias. Estas criaturas marinas han mostrado cuatro movimientos específicos que podrían indicar un tipo de comunicación hasta ahora inexplorado. El “up” consiste en extender un par de sus brazos hacia arriba, parecido a un elegante movimiento de baile, mientras en el gesto “side”, todos sus brazos se inclinan hacia un lado del cuerpo. El “roll,” por otro lado, muestra una intrincada maniobra donde todos los brazos se pliegan bajo la cabeza, dejando los ojos fuera, y finalmente, el “crown” evoca a una construcción piramidal con las puntas de los brazos.
Este descubrimiento es producto del trabajo de Sophie Cohen-Bodénès y Peter Neri, quienes dedicaron tiempo a observar estas fascinantes interacciones entre la Sepia officinalis y la Sepia bandensis. Notaron que cuando un sepia detecta una señal de su congénere, responde con su propio set de gestos, descartando que sea simplemente un movimiento imitativo ya que las respuestas no siempre son las mismas. Esto sugiere que podría tratarse de un emergente lenguaje comunicativo.
No solo captaron señales visuales, también registraron las vibraciones que estas señales producían en el agua utilizando un hidrófono. Sorprendentemente, cuando otros sepias, incapaces de ver el gesto, percibían las vibraciones, respondían de manera similar, evidenciando una comunicación no solo visual, sino sonora.
El hallazgo también levantó teorías sobre el propósito de estas señales. Willa Lane plantea que podrían emplearse en la caza, para desorientar a las presas o como estrategia de defensa ante depredadores, basándose en observaciones del comportamiento cooperativo de otros cefalópodos como el pulpo. Mientras tanto, Sam Reiter señala que antes de clasificar esta danza de brazos como un “lenguaje de señas”, se necesita más investigación para aclarar el contexto y significado exacto de cada gesto.
Lo que está claro es que estos signos afianzan la noción de la inteligencia de los sepias, comparables para algunos especialistas a la de otros céfalópodos como los pulpos. Las señales visuales y potencialmente acústicas abren un nuevo capítulo en el estudio del comportamiento animal, retando nuestra comprensión de las complejidades comunicativas en el mundo marino. Sin duda, este estudio supone un paso más en el maravilloso camino de descubrir la inteligencia en los habientes de nuestros océanos.