Científicos han revelado un fascinante hallazgo astronómico: una gigantesca nube interestelar, denominada Eos, ha estado ocultándose a unos 300 años luz de nuestro sistema solar. Con una masa 5,500 veces la del sol, esta nube monumental de gas y polvo es ahora la más cercana conocida de su tipo a nuestro planeta, desbancando al anterior récord por 90 años luz. La clave de su invisibilidad radica en su bajo contenido de monóxido de carbono, el componente tradicionalmente utilizado para detectar estas estructuras, haciendo que pasara desapercibida.
El descubrimiento de Eos fue posible gracias a la detección de luz ultravioleta que emanaba a partir del hidrógeno molecular, su principal componente. Según un estudio publicado el 28 de abril en Nature Astronomy, la nube se asemeja a una media luna que, si fuera visible desde la Tierra, ocuparía un espacio en el cielo nocturno equivalente al de 40 lunas llenas.
Blakesley Burkhart, astrónoma de la Universidad de Rutgers, explica que este descubrimiento es clave para localizar lugares en los que podrían formarse futuras generaciones de estrellas cercanas al sol. No obstante, análisis adicionales sugieren que Eos no ha sido el escenario de nacimientos estelares significativos en miles de años.
Utilizando datos de antiguos satélites surcoreanos, los astrónomos determinaron la magnitud y ubicación de Eos. Las investigaciones han revelado que, aunque la nube ofrece un campo de estudio inigualable acerca de la formación y disolución de nubes moleculares, parece no tener suficiente densidad para colapsar bajo su gravedad y generar nuevas estrellas.
A pesar de su reciente descubrimiento, Eos no permanecerá por siempre. Se estima que dentro de aproximadamente 6 millones de años, la nube habrá desaparecido. Su ubicación, si fuera perceptible a simple vista, estaría hacia la constelación de Corona Borealis en el hemisferio norte, ocupando un área visual similar al signo “shaka” licuado en el firmamento.
En conclusión, este descubrimiento no solo ofrece una ventana única para explorar la mecánica de las nubes moleculares, sino que también resalta cuán vasto y desconocido sigue siendo nuestro universo cercano. Aunque Eos no sea una maternidad estelar activa, enriquece significativamente nuestro entendimiento y aprecio por las complejidades del cosmos.