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miércoles 30 de de 2025

Desinformación sobre vacunas propicia resurgir de sarampión en EE.UU.

En el corazón de uno de los debates más controvertidos de la salud pública en Estados Unidos, la desinformación con respecto a las vacunas ha resurgido, esta vez poniendo en peligro la salud de cientos de personas. La alarmante cifra de 900 casos confirmados de sarampión extendiéndose por 25 estados es una clara advertencia del peligro latente. Si bien el sarampión es una enfermedad que podría erradicarse si se lograra una tasa de vacunación del 95%, desde el año 2022, Estados Unidos no ha alcanzado este porcentaje crucial, permitiendo que esta enfermedad extremadamente contagiosa reaparezca.

Las encuestas de la Fundación de la Familia Kaiser revelan inquietantes estadísticas: una de cada cuatro personas encuestadas todavía cree falsamente que la vacuna contra el sarampión provoca autismo. Asimismo, un 19% considera, erróneamente, que la vacuna es más peligrosa que el propio virus. Los esfuerzos de desinformación parecen dirigidos a sembrar desconfianza especialmente entre los votantes republicanos, aprovechando argumentaciones familiares desde los tiempos de la pandemia del COVID-19.

La figura detrás de esta campaña es Robert F. Kennedy Jr., quien, como responsable de asuntos sanitarios, ha impulsado una campaña cuestionando las vacunas basándose en argumentos no sustentados. Este panorama sombrío refleja un intento por acabar con la confianza pública en las recomendaciones de salud solo por intereses políticos y personales.

Paralelamente, se percibe un preocupante descenso de la confianza en las fuentes oficiales de información sanitaria, especialmente entre los republicanos. La falta de confianza en agencias que históricamente han desempeñado papeles vitales en la protección de salud pública, refleja un cambio profundo y potencialmente peligroso en la percepción de la ciudadanía.

Este fenómeno no sólo amenaza con provocar un resurgimiento del sarampión, sino que además subraya el uso de teorías conspirativas que promueven desconfianza en el sistema de salud. Las muertes recientes, como la de dos niños en Texas y un adulto en Nuevo México, son advertencias trágicas de las consecuencias de esta desinformación.

En conclusión, la urgencia de una respuesta activa y unificada es imperativa. El resurgimiento de enfermedades prevenibles es un testimonio de cómo los intereses políticos pueden socavar la salud y el bienestar de futuras generaciones. Por ello, fortalecer la confianza en la ciencia y la sanidad pública no solo es necesario, sino vital para evadir un regreso a épocas de incertidumbre sanitaria.