En 2024, el aumento del nivel del mar sorprendió a los expertos al registrarse un incremento mayor al pronosticado. Según los datos recopilados por cinco satélites distintos desde 1992, la NASA preveía un aumento de 0.43 cm, pero la cifra real alcanzó los 0.59 cm. Este repentino ascenso no fue causado por el derretimiento de los glaciares, como se había observado en años anteriores, sino por la expansión térmica del agua, un fenómeno potenciado por el incremento de temperatura en los océanos.
Los oceános de la Tierra han alcanzado las temperaturas más elevadas en tres décadas de registros, lo que ha ocasionado una reorganización de las capas de agua en función de sus temperaturas. Esta nacionalización intensificada de agua, con las corrientes más cálidas en la superficie, facilita el intercambio de calor hacia capas más profundas. Además, estos patrones de calentamiento acelerado se ven intensificados por nuevas direcciones en las corrientes de viento, que han causado que algunas zonas oceánicas se calienten hasta tres veces más que el promedio global.
El efecto de estas olas de calor marítimas no se limita al aumento del nivel del mar. Las consecuencias son devastadoras para el ecosistema marino, con la muerte masiva de vida marina y la puesta en peligro de pesquerías vitales para muchas comunidades. Además, el aumento del nivel del mar está provocando que el agua salada invada importantes sistemas fluviales como el Ganges, comprometiendo el suministro de agua dulce de esas regiones.
El informe concluyó que para mitigar estos impactos se requiere una reducción significativa en las emisiones de gases de efecto invernadero, ya que cada fracción de grado que se pueda evitar en el calentamiento futuro es crucial para salvar vidas y asegurar recursos básicos en el futuro. Sin dichas intervenciones, el cambio ambiental podría volverse aún más ingobernable, desplazando a comunidades en busca de agua potable.