La inquietud sobre la sobrepoblación en los años 60 y 70 tuvo un origen claro: los laboratorios de John Bumpass Calhoun. Este ecólogo poco convencional, cuyo trabajo se centró en la observación de roedores en condiciones de hacinamiento, dejó una huella indeleble en la conciencia pública de su tiempo. Sus experimentos, realizados en instalaciones especialmente diseñadas en un granero de Maryland, mostraron los perjuicios del exceso de población en comunidades de ratas y ratones. Dichas investigaciones revelaron una serie de fenómenos sociales inquietantes, que Calhoun denominó ‘sumidero de conducta’. Estos fenómenos incluían desde el acoso constante de las hembras por los machos, hasta un colapso en las tasas de supervivencia infantil, alcanzando un alarmante 96% de mortalidad en algunas áreas de sus enclaves urbanos simulados.
El temor a que los seres humanos pudieran replicar este ‘caos social’ en un futuro no muy lejano, capturó la imaginación del público. Calhoun, en sus interacciones con los medios y en sus conferencias, no dudó en extrapolar estos hallazgos a nuestra especie, advirtiendo sobre un posible destino distópico para la humanidad. Con este mensaje, se alimentó una marea de pánico cultural, visible tanto en la literatura como en el cine de la época, proyectando un sombrío marcador del destino de la humanidad en caso de continuar con un crecimiento poblacional desmedido.
Sin embargo, a pesar del alcance de sus teorías en aquel entonces, el impacto real de los trabajos de Calhoun en el campo biológico o en la conducta humana fue limitado. Investigaciones posteriores revelaron que los comportamientos observados en los ratones de Calhoun no encuentran representación en condiciones salvajes, cuestionando la aplicabilidad de sus hallazgos a entornos humanos reales.
Este análisis pone en relieve la realidad de que, a menudo, los experimentos controlados reflejan más la artificialidad de sus condiciones, que las dinámicas genuinas del mundo natural. Así, Calhoun más que describir la naturaleza, creó un universo propio dentro de su laboratorio. Lee Alan Dugatkin, en su biografía de Calhoun, atribuye un impacto significativo al legado cultural de este científico, pero también señala la ambigüedad y los debates sociales que sus teorías desencadenaron en las décadas posteriores. ¿Podría un miedo exacerbado, basado en predicciones que nunca se materializaron, haber frenado el progreso poblacional y científico sin necesidad justificada?
En última instancia, aunque el ‘bombazo poblacional’ nunca se manifestó, las preguntas que planteó Calhoun sobre los límites del crecimiento bélico probablemente continúan reverberando en la agenda global de sostenibilidad.