El impacto de las experiencias adversas durante la niñez ha captado la atención de la comunidad científica, con un nuevo estudio dirigido por el Brigham and Women’s Hospital en Massachusetts revelando efectos duraderos en la materia blanca del cerebro. Esta investigación destaca cómo conflictos familiares y la pobreza pueden afectar la función cognitiva de los niños, manifestando consecuencias que se extienden a lo largo de su adolescencia.
Los investigadores se centraron en analizar la materia blanca, un tejido cerebral compuesto por fibras de comunicación entre neuronas. Al evaluar la estructura micro anatómica conocida como “anisotropía fraccional”, descubrieron niveles más bajos de esta medida en niños que han sufrido adversidades, lo que correlaciona con un desempeño inferior en tareas cognitivas como matemáticas y lenguaje. La conexión entre el estrés y la cognición parece ser mediada por la materia blanca, sugiere el equipo de Carozza.
El estudio realizó escaneos cerebrales de 9,082 niños de entre 9 y 10 años. Paralelamente, consultaron a los jóvenes y sus padres sobre problemas padecidos durante la infancia, tales como problemas mentales de los padres, adicciones, y falta de servicios médicos, además de seguridad en el vecindario. Aunque los escaneos cerebrales se realizaron una sola vez y no se puede confirmar un vínculo causal ni cambios a lo largo del tiempo, los participantes llevaron a cabo pruebas cognitivas durante los siguientes tres años.
Los resultados indicaron una conectividad reducida en la materia blanca vinculada a un rendimiento cognitivo más pobre. Aunque las diferencias no son significativas, sugieren que los acontecimientos adversos durante la niñez pueden repercutir en el desempeño adolescente. En trabajos previos se había observado cómo las experiencias estresantes dejan huellas permanentes en el cerebro, desde la separación de los padres hasta veteranos de guerra, pero el impacto en la materia blanca había sido menos estudiado hasta ahora.
“Hemos descubierto que los efectos de las adversidades son mucho más ubicuos en toda la estructura cerebral de lo que pensábamos”, declara la neuróloga Sofia Carozza. Esto implica una nueva comprensión sobre cómo el entorno de vida temprana, en su totalidad, influye en el desarrollo neurocognitivo.
A pesar de estos hallazgos, hay una noticia alentadora. El respaldo de la comunidad y la implicación de los padres parecen proteger la materia blanca de las secuelas adversas. Los investigadores están decididos a concienciar sobre el daño acumulativo que puede sufrirse durante el desarrollo infantil, subrayando la importancia de crear ambientes estables y saludables para el correcto crecimiento cognitivo de los niños.