El inquietante aumento del cáncer de colon en jóvenes ha captado la atención de científicos que creen haber encontrado un causante: la toxina bacteriana colibactina. En un estudio a nivel internacional, los expertos analizaron tejido canceroso de 981 personas en 11 países. Identificaron que, en más de la mitad de los casos de inicio temprano, las mutaciones presentes en el ADN concordaban con el daño ocasionado por esta toxina.
La colibactina, producida por ciertas cepas de la bacteria Escherichia coli en el intestino, parece ser especialmente perjudicial en la primera década de vida. Según Ludmil Alexandrov, biólogo computacional de la Universidad de California en San Diego, el patrón mutacional observado actúa como un ‘registro histórico’ en el genoma, indicando la exposición a la toxina desde la infancia como un motor detrás de la enfermedad. Un hecho sorprendente es que estas mutaciones relacionadas con la colibactina son 3.3 veces más comunes en adultos diagnosticados antes de los 40 años, comparados con aquellos de 70 o más.
Se especula que infecciones infantiles podrían liberar colibactina, afectando el ADN en el intestino y aumentando el riesgo de cáncer décadas después, incluso después de que la bacteria misma haya desaparecido. Además de estas exposiciones iniciales, factores como el consumo de alimentos ultraprocesados, bebidas azucaradas o alcohólicas también se mencionan como posibles influenciadores de esta tendencia.
A pesar de la claridad en el vínculo entre la colibactina y las mutaciones, aún queda mucho por descubrir. Investigaciones futuras intentarán explicar cómo estas mutaciones podrían ser prevenidas. Esto es esencial ya que los patrones de riesgo pueden variar entre naciones, lo que sugiere que podrían diseñarse estrategias de prevención específicas para cada región. Sin embargo, la reciente reducción de fondos para la ciencia en EE.UU. podría dificultar la consecución de estos avances.
En conclusión, este estudio no solo ilumina un posible camino hacia la prevención del cáncer de colon en jóvenes, sino que abre un espectro más amplio para investigar cómo la genética, la biología y el entorno interactúan al inicio de nuestras vidas, creando, quizás, un futuro menos sombrío para las próximas generaciones.