Un reciente estudio ha revolucionado la comprensión sobre el origen de los equidnas, ofreciendo una perspectiva fascinante sobre cómo estos mamíferos pudieron haber adquirido sus rasgos actuales. Investigadores han analizado un fósil de hace 100 millones de años que sugiere que los equidnas podrían haber descendido de ancestros semiacuáticos, en un giro del destino evolutivo que pocas veces se observa.
Hasta ahora, se tenía la idea de que los mamíferos evolucionaban de un estilo de vida terrestre hacia uno más acuático, como se ha visto en otros animales. Sin embargo, el descubrimiento del húmero fósil de la especie extinguida Kryoryctes cadburyi podría contar una historia diferente para los equidnas. Al investigar la estructura interna del hueso con tomografías computarizadas microCT, los científicos han encontrado características comunes en mamíferos que viven principalmente en el agua, como los ornitorrincos. Estas características incluyen paredes óseas gruesas que actúan como lastre, permitiendo a estas criaturas mantenerse fácilmente bajo el agua.
La investigación, liderada por Suzanne Hand de la Universidad de Nueva Gales del Sur, revela que los equidnas no siempre han sido los campeones terrestres que conocemos hoy. Sus ancestros podrían haber sido casi idénticos a los ornitorrincos en términos de su capacidad de bucear y habitar ambientes acuáticos. De hecho, las pruebas suponen que estos antepasados compartían una rama del árbol evolutivo con los ornitorrincos.
El análisis filogenético de Hand y su equipo ha revelado que K. cadburyi es un monotremo basal, relacionado tanto con los equidnas como con los ornitorrincos. Esta relación pone de relieve el curioso viaje evolutivo, desde un mamífero que podía nadar y excavar, hasta los equidnas que decidieron adoptar una vida terrestre.
Los indicios del pasado acuático de los equidnas no paran aquí. Sus pies traseros orientados hacia atrás, que les ayudan a excavar, recuerdan al modo en que los ornitorrincos utilizan sus extremidades posteriores como timones en el agua. Este detalle, junto con la presencia de receptores electro-sensibles en los picos de los equidnas, traslada ecos de una herencia compartida con los ornitorrincos.
Este descubrimiento no solo desafía las suposiciones previas sobre la evolución de los equidnas, sino que también plantea preguntas fascinantes sobre cómo los cambios en el entorno y las adaptaciones han moldeado a estas singulares criaturas. Al parecer, los equidnas no siempre habitaron la tierra seca. En algún momento de su evolución, tomaron la audaz decisión de dejar el agua detrás para adaptarse plenamente a una vida en la tierra firme.
El estudio completo fue publicado en la revista PNAS y ofrece una nueva perspectiva rica en detalles sobre la evolución de estos intrigantes mamíferos. Nos invita, una vez más, a reflexionar sobre la complejidad de la evolución y cómo las especies pueden desafiar nuestras expectativas preconcebidas.
En conclusión, el recorrido de los equidnas desde orígenes semiacuáticos hasta la actualidad en tierra es una historia de adaptación y cambio, subrayando la capacidad extraordinaria de los seres vivos para ajustarse a nuevas realidades ambientales.