Un reciente hallazgo en Quebec, Canadá, ha revolucionado las investigaciones sobre métodos de captura de carbono. Ning Zeng, un científico del clima de la Universidad de Maryland, junto con su equipo, descubrió un tronco de cedro rojo oriental que, a pesar de haber pasado enterrado bajo tan solo dos metros de tierra arcillosa durante aproximadamente 3,775 años, ha conservado el 95% de su carbono original.
Este descubrimiento ocurrió en 2013 durante la excavación de una trinchera que pretendían llenar con 35 toneladas métricas de madera para posteriormente cubrir con arcilla. El objetivo primario del experimento era probar que la madera no se descompondría, validando la posibilidad de enterrar biomasa como una solución económica y viable para el almacenamiento de carbono que contribuye al cambio climático. Sin embargo, el hallazgo del tronco preservado proporcionó evidencia tangible de la efectividad de este método.
La investigación publicada el 24 de septiembre en Science señala que el entorno arcilloso fue clave para evitar la descomposición al impedir el acceso del oxígeno a la madera. Este tipo de suelo no es raro, según Zeng, planteando la viabilidad de esta estrategia en diversas regiones. La propuesta demuestra ser mucho más económica que las tecnologías actuales de captura directa de aire, estimando un costo de entre 30,00 € y 10.000,00 € € por tonelada de CO2.
La revisión de estas condiciones favorables podría permitir el potencial secuestro de hasta 10 gigatones de carbono al año utilizando biomasa residual. A pesar de la fortuita aparición del tronco, Zeng y su equipo decidieron seguir adelante con su experimento original y están ahora finalizando los análisis, buscando condiciones óptimas para esta propuesta que podría jugar un papel decisivo en la lucha contra el cambio climático.
El descubrimiento refuerza las esperanzas en las soluciones naturales de mitigación de carbono, sugiriendo que los “bóvedas de madera”, una vez implementadas, podrían ser un componente clave en las estrategias globales de reducción de gases de efecto invernadero. La comunidad científica se muestra optimista frente a estas nuevas evidencias, aunque resalta la importancia de seguir investigando para confirmar y optimizar el modelo en distintas condiciones ambientales.