La reciente disminución en las tasas de vacunación infantil ha generado alarmas sobre un posible aumento de casos de enfermedades como el sarampión, la rubéola, la poliomielitis y la difteria. Un estudio publicado en JAMA predice que, incluso con la cobertura actual, el sarampión podría alcanzar más de 850,000 casos anuales en los Estados Unidos, causando alrededor de 2,500 muertes cada año. Si las tasas de vacunación continúan decreciendo, se estima que un descenso adicional del 10% podría resultar en más de 11 millones de casos anuales.
La alta contagiosidad del sarampión es motivo de gran preocupación. Encuentra a más de 12 personas susceptibles por cada individuo infectado, una capacidad de diseminación superior a la de enfermedades como la gripe o la COVID. Para prevenir la transmisión comunitaria del sarampión, es necesario que el 95% de la población esté vacunada, algo que actualmente no se logra ni en los Estados Unidos ni a nivel global.
Los efectos del sarampión son significativos: uno de cada cinco pacientes pediátricos necesita hospitalización, uno de cada veinte puede desarrollar neumonía, y uno de cada mil podría sufrir encefalitis. Además, la mortalidad puede alcanzar a tres de cada mil niños infectados. La efectividad de la vacuna triple vírica es notable, protegiendo a más del 97% de quienes reciben ambas dosis, y el concepto de inmunidad colectiva resulta crítico para proteger a aquellos que no pueden vacunarse debido a condiciones médicas o a la edad.
El impacto del COVID-19 desestabilizó la inmunización global, ocasionando la mayor caída en 30 años y afectando a naciones que aún intentan recuperarse. Además, conflictos y desastres naturales intensifican el problema, como se observa en Yemen, que ha reportado más de 10,000 casos de sarampión en los últimos seis meses.
El escepticismo sobre las vacunas se ha acentuado a causa de la desinformación, especialmente en redes sociales. Una falacia persistente es la supuesta relación entre la vacuna MMR y el autismo, desmentida por numerosos estudios.
Para los padres, las decisiones sobre la salud de sus hijos nunca son fáciles. Sin embargo, reducir la cobertura de vacunación no solo pone en peligro a los no vacunados sino también a toda la comunidad, truncando décadas de avance en la erradicación de enfermedades prevenibles por vacunas. Las llamas del sarampión podrían convertirse en un incendio descontrolado si no se refuerzan las tasas de vacunación.