Las recientes elecciones en Moldavia han arrojado un resultado ajustado, ya que el país votó por unirse a la Unión Europea con una mínima ventaja del 50,4% de los votos. Este resultado reflejó un margen muy estrecho, que por mucho de la noche parecía favorecer al campamento anti-UE. El ajustado marcador fue rápidamente identificado por la Presidente de Moldavia, Maia Sandu, como resultado de “una campaña sin precedentes de asalto a nuestra libertad y democracia por parte de Rusia”. Ante estos desafíos, la Unión Europea reafirmó su compromiso de impulsar la adhesión de Moldavia al bloque comunitario, pese a las tácticas híbridas de Rusia.
El panorama se tornó más complicado con la presencia activa de Rusia en el proceso electoral moldavo. Pekka Haavisto, quien lideró la misión de observación del Instituto Nacional Demócrata, denunció los amplios intentos de socavar el proceso, mencionando la manipulación de información y la compra masiva de votos por parte del Kremlin a través de actores moldavos. Este fenómeno, señalado también por Valeriu Pasha, del think-tank WatchDog.MD Community, involucró un estimado de 150 millones de euros destinados a operaciones de interferencia que afectaron hasta un 20% de los votos.
A pesar de estas intervenciones, Peter Roskam, del Instituto Republicano Internacional, alabó la resiliencia demostrada por los moldavos frente a la interferencia extranjera. Mientras que en Georgia, el partido populista Sueño Georgiano se prepara para una victoria electoral que podría bloquear cualquier futuro intento de unirse a la UE, marcando una tendencia iliberal que preocupará a Bruselas.
Paralelamente, Rusia se fortalece como un centro de poder alternativo. Está programado que Putin reciba en Kazán a líderes de China, India, Irán y Turquía, entre otros, buscando expandir el formato BRICS y desafiar así los intereses euroamericanos. El formato pretende integrar nuevos países para enfrentarse al dominio del dólar estadounidense.
El contexto en Moldavia es un reflejo de los límites actuales de la influencia de la UE en antiguos territorios soviéticos, en un momento en que Putin se posiciona como parte de una amplia alianza antioccidental. Con Moldavia preparándose para las elecciones parlamentarias de 2025, los analistas como Marta Mucznik prevén una futura fragmentación política moldeada por las divisiones internas.
La situación plantea un reto significativo para Europa, como mencionó Ivana Stradner, subrayando que los esfuerzos rusos por influir no se limitan a Ucrania, sino que buscan debilitar a la democracia en cualquier lugar que puedan. Ante esto, Maia Sandu advierte que una vez probadas estas tácticas en países pequeños, podrían replicarse en otros.
En definitiva, el ajustado resultado del referéndum moldavo destapa las complejidades del mapa geopolítico en la región, revelando un campo de batalla más amplio en que la democracia y la soberanía son las puntas de lanza.