El Medio Oriente se encuentra al borde de un conflicto mayor tras la muerte de Hassan Nasrallah, líder de Hezbollah desde 1992. Nasrallah sucumbió en un ataque aéreo realizado por Israel en Beirut el viernes pasado, un movimiento que se ha esfumado en un clima de tensión aumentada en la región. La noticia ha puesto a Israel en “alta alerta”, previendo posibles represalias que podrían sembrar las semillas de una guerra más amplia.
El ataque israelí tuvo lugar en un momento crucial para Hezbollah, puesto que Nasrallah estaba reunido en el cuartel general del grupo en el suburbio de Dahiyeh junto a otros líderes clave. Entre las víctimas del bombardeo se encuentran Ali Karaki, responsable de la franja sur de Hezbollah, y varios altos comandantes. Hezbollah, ratificando la muerte de su dirigente, ha prometido seguir con su lucha “sagrada contra el enemigo, en apoyo a Palestina”.
La reacción en el mundo musulmán no se ha hecho esperar. El líder supremo de Irán, Ayatollah Ali Khamenei, ha incitado a los musulmanes a respaldar a la nación libanesa y a Hezbollah, garantizando que “la sangre de nuestro mártir no quedará sin venganza”. Además, Khamenei amenazó con “golpes aún más aplastantes” contra Israel, decretando cinco días de duelo nacional.
En Yemen, los rebeldes hutíes, alineados con Irán, proclamaron que “la resistencia no será quebrantada” y comunicaron su solidaridad con el “espíritu yihadista de los hermanos muyahidines en el Líbano”.
Mientras tanto, en Israel, la intensidad de la situación ha conllevado la movilización de dos brigadas en el norte del país, dispuestas a entrenarse para una posible invasión terrestre en el Líbano. “Estamos preparados para una escalada mayor,” afirmó el portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), Nadav Shoshani. “Llevamos un año gestionando un conflicto multifrontal desde el ataque de Hamas en octubre pasado. Hezbollah ha continuado aumentando las tensiones, impulsado por el respaldo de Irán”.
Teniendo en cuenta la complejidad de las relaciones en la región y los intereses diversos involucrados, es difícil prever el desenlace de este episodio. Sin embargo, lo evidente es que la muerte de Nasrallah ha sembrado incertidumbre en un enclave ya de por sí inestable. La capacidad de los líderes involucrados para gestionar la situación de forma diplomática será crucial para evitar un quebranto aún mayor en el tejido social y político del Medio Oriente.