Un novedoso enfoque de creatividad en el arte ha surgido bajo la influencia de la inteligencia artificial generativa, rescatando el concepto de inautenticidad como un motor artístico. Este fenómeno se presenta como un contrapunto al “aura” que definía Walter Benjamin, y que otorgaba autenticidad al arte. Sin embargo, la tecnología de hoy desafía estas premisas tradicionales, transformando la falta de un origen concreto en un potencial liberador y expansivo para el arte y la cultura.
La habilidad de la IA para crear imágenes o composiciones musicales sin un punto de partida específico se caracteriza por lo que se denomina “esquividad”: la incapacidad de identificar una historia de origen. Esta ausencia no es una deficiencia, más bien potencia la creatividad al permitir que cualquier posible origen sea impuesto por el espectador o usuario. Esta dinámica se replica tanto en la música como en el arte visual generativo donde las producciones carecen de un contexto histórico limitado, invitando a los observadores a elegir un significado que se alinee con sus propios propósitos.
Un ejemplo contundente de esta creatividad desatada lo proporciona el campo de la música. En los experimentos actuales, músicos humanos improvisan junto a IA, como en una colaboración de jazz donde la máquina sigue sin objeción las directrices humanas, ofreciendo una libertad creativa sin precedentes. No hay necesidad de que el ser humano limite su expresión para adaptarse a una interpretación preestablecida ya que no existe una obligación de deferencia hacia el “co-creador” artificial que simplemente facilita el flujo creativo.
Esta libertad también se manifiesta en el ámbito cultural, pues la inautenticidad elimina cualquier posible ofensa cultural o apropiación indebida, tal como se experimentó con el lanzamiento de los billetes del euro. Los diseños de estos, no evocando un lugar específico, permitieron una sensación de pertenencia equitativa, evitando conflictos de origen.
Por otro lado, la reflexión, otro pilar de este proceso artístico, invita a los observadores a proyectar su propia narrativa sobre la obra, en lugar de recibir una única interpretación impuesta desde su creación. De esta forma, la inteligencia artificial no solo reconfigura el arte, sino también la experiencia y la identidad humana misma, fomentando un tipo de creatividad que promueve nuevas formas de existencia y experiencias humanas.
A medida que avancemos, esta fase del arte inauténtico planteará preguntas aún por contestar, pero lo que es indiscutible es que ha abierto un escenario donde los límites del pasado ya no restringen las posibilidades del futuro.