La carrera espacial entre Amazon y SpaceX ha capturado la atención del mundo, no sólo por la feroz competencia comercial, sino también por las posibles implicancias para el entorno espacial. Amazon anunció el lanzamiento operativo de los primeros 27 satélites de su Proyecto Kuiper el 28 de abril de 2025 desde Cabo Cañaveral. Estos forman parte de una impresionante constelación planificada de 3,200 satélites, cuyo objetivo es entregar Internet en áreas remotas. No obstante, SpaceX, encabezada por Elon Musk, mantiene la delantera, ya que ha lanzado más de 7,000 satélites Starlink, con planes de expandir su constelación a 30,000.
Ambas colosales constelaciones apuntan a tecnificar el acceso a Internet, alcanzando lugares donde las infraestructuras terrestres son limitadas. A pesar de las bondades de esta conectividad global, la comunidad científica y otros expertos expresan su preocupación ante el incremento de desechos espaciales y los posibles impactos en la astronomía. Las observaciones astronómicas se ven perturbadas por los rastros brillantes que dejan los satélites en sus trayectorias, afectando incluso telescopios tan avanzados como el Vera C. Rubin Observatory en Chile.
La colisión de satélites es otro temor latente. Históricamente, encuentros figuras como el de Iridium 33 y Kosmos 2251 en 2009 han demostrado el peligro potencial, dejando tras de sí una estela de escombros que podría catalizar más colisiones. Sin un marco regulatorio internacional claro para el manejo de estos objetos en la órbita terrestre, el riesgo de caos en el espacio es palpable. Simultáneamente, la osadía de Amazon por ocupar su lugar al sol presupone una inversión de 20.000,00 € millones, basándose en la premisa de una rentabilidad multimillonaria.
Aunque SpaceX ha implementado medidas para minimizar el brillo de sus satélites, no hay garantías claras sobre los futuros lanzamientos de Amazon. La creciente cantidad de maniobras para evitar colisiones, que ya superan las 50,000 cada seis meses entre satélites Starlink, eleva la preocupación sobre el tráfico espacial.
Mientras tanto, los obstáculos regulatorios persisten, con jóvenes empresas espaciales compitiendo por el desarrollo y despliegue de la infraestructura digital cósmica, sin una fórmula clara para abordar la cuestión de la saturación de satélites en la órbita baja terrestre. La necesidad urgente de acuerdos y normas internacionales se vuelve imperiosa, ya que cada nuevo satélite lanzado podría incrementar significativamente la amenaza en un ecosistema orbital cada vez más congestionado. La humanidad se enfrenta a la encrucijada de equilibrar la innovación tecnológica con la sostenibilidad del espacio exterior, con el objetivo de evitar un cataclismo astronómico que podría obstruir nuestros sueños de exploración y conexión globales.