La inteligencia artificial ha revolucionado la percepción del mercado financiero entre 2023 y 2025. En este periodo, se ha observado un fenómeno de anclaje que ha influido significativamente en la valoración de las empresas relacionadas con la inteligencia artificial, llevándolas, en muchos casos, a experimentar valoraciones desproporcionadas respecto a sus capacidades actuales. La clave para entender este fenómeno radica en el modelo de Tasa de Realización de Capacidades (CRR por sus siglas en inglés), que busca medir la capacidad de transformar el potencial de la IA en rendimiento empresarial tangible.
La compañía OpenAI se erigió como un ejemplo icónico de este fenómeno, capturando la imaginación de los inversores y siendo un ancla para el sector con una altísima valoración basada más en expectativas futuras que en ingresos corrientes. A pesar de ser pionera en el desarrollo de modelos generativos como ChatGPT, en 2023 sus ingresos apenas alcanzaban algunos millones, pero su valoración alcanzó los 80 mil millones de dólares gracias a la expectativa de un futuro potencial altamente rentable.
NVIDIA, en contraste, demostró cómo una alta tasa de realización puede apoyar una valoración elevada. Con productos ya consolidados en el mercado, como sus procesadores de alta demanda para inteligencia artificial, la empresa logró no solo justificar sino incluso propulsar su posición como líder en el sector, mostrando una conexión clara entre sus desarrollos de IA y el resultado financiero.
Por otro lado, empresas tradicionales como Adobe destacaron el riesgo de la desconexión entre la expectativa y la realidad. Enfrentando una caída significativa en su valor de mercado tras resultados que no cumplieron las altas expectativas ancladas en sus futuras ofertas de IA, la firma demostró los temores de valoración desmedida sin un soporte realista en CRR.
Finalmente, el estudio del impacto del anclaje de la inteligencia artificial excedió al sector tecnológico, alcanzando la economía global. Instituciones como Goldman Sachs predijeron un impacto sobre el PIB global de un 7% atribuido a la IA, reflejando la expectativa de un efecto trascendental de esta tecnología, aunque con un llamado a la mesura respecto a las realidades y desafíos que dicha transición conlleva.
Conclusiones y proyecciones sugieren que, si bien la IA tiene un potencial real e innegable para impulsar el crecimiento económico, su impacto no se distribuye uniformemente. Frenar las expectativas no fundamentadas y realinear las esperanzas con los resultados comprobables mediante un monitoreo constante del CRR podría mitigar riesgos de sobrevaloración en el futuro. Se necesita un cambio hacia una valoración basada en logros tangibles para realmente cumplir las altas expectativas depositadas en esta tecnología.